“CÉSAR VALLEJO Y SU TIERRA”
Por: Lidia I. Vásquez Ruiz
El incidente ocurrió el 06 de agosto de 1920 en la provincia de Santiago de Chuco, cuna del inmortal vate César Vallejo. Voy a relatarlo tal y conforme lo describen fuentes que han investigado el tema.
En la capital de la provincia se enfrentaban dos facciones políticas: la encabezada por Carlos Santa María y la dirigida por Vicente Jiménez. Algunos policías en estado de ebriedad se revelaron porque no les pagaba su sueldo. El nuevo subprefecto era Ladislao Meza. Se recuerda que en determinada circunstancia Héctor Vásquez Ruiz, Benjamín Ravelo y Antonio Ciudad. Éste reclamó a los policías su indebido comportamiento. Un policía lo mató de un tiro. Los acompañantes de Antonio Ciudad mataron a tres policías y corrió el rumor de que el alférez de la gendarmería se ocultaba en casa de Carlos Santa María, Éste lo negó. Una muchedumbre, que acompañaba al subprefecto Meza llegó a casa de Santa María haciéndose presente, entre otros, Héctor Vásquez y posiblemente César Vallejo.
Costó trabajo disuadir a la multitud. El subprefecto Meza se dirigió luego a la casa de Héctor Vásquez para detallar por escrito el episodio. El subprefecto, Vásquez y Vallejo salieron más tarde a efectuar la acostumbrada ronda. Regresaron a casa de Vásquez y mientras el subprefecto y Vallejo terminaban de redactar la relación de los hechos, era incendiada la casa de Carlos Santamaría. Desde la ventana de la casa de Vásquez, éste, el subprefecto Meza y Vallejo vieron cómo de la casa sólo quedaba la sombra.
Los Santa María levantaron el acta ante el tribunal de Trujillo contra Vicente Jiménez, Héctor Vásquez y tres hermanos Vallejo: Víctor, Manuel y César. El 31 de agosto un juez trujillense ordenó la detención de todos. Apresaron al guardaespaldas de Vásquez, quien habló de complot.
El día 31 de agosto, el Juez ad hoc que había sido nombrado, Elías Iturri Luna Victoria ordena la detención de 12 personas entre ellas los hermanos Víctor, Manuel, Néstor y César Vallejo.
Néstor atestiguó que el día de los sucesos había despachado en su juzgado de Huamachuco. César, después de algunas semanas de permanecer oculto en aquella ciudad, viajó a Trujillo, ciudad en la que su amigo Antenor Orrego le otorgó refugio en su casa de Mansiche.
El día 5 de noviembre Vallejo recibió la recomendación de una persona, a quien él nunca delató, de que debía de cambiar de lugar ofreciéndole la casa del Dr. Andrés Ciudad adonde había llegado también el perseguido Héctor Vásquez Ruiz.
Allí se trasladó a esa casa que fue allanada inmediatamente por los gendarmes el 6 de noviembre. Ese mismo día César Vallejo ingresaba a la cárcel a las 7 de la noche. Tenía 28 años y no solo era Bachiller en Letras sino, además, un hombre que había seguido tres años de leyes en la misma Universidad de la Libertad.
Sus notables conocimientos sobre jurisprudencia le permitieron iniciar su propia defensa.
Tras haber presentado su primer recurso de queja ante el Presidente del Tribunal Correccional por “detención arbitraria” y designado como defensor al Dr. Carlos C. Godoy, el 15 de diciembre presenta su segundo recurso. César Vallejo, detenido en la cárcel, por los sucesos de Santiago de Chuco expuso que “el Tribunal Correccional no ha tenido oportunidad todavía de examinar este proceso; pero estamos seguros de que cuando lo estudie, adquirirá la convicción de que ha sido generado sólo por las pasiones políticas, prontas a la calumnia y a otras manifestaciones de la delincuencia, cuando falta en sus agentes el elemento morigerado de la honradez moral…”
El 12 de febrero de 1921, le escribió a su amigo Oscar Imaña:
“En mi celda leo de cuando en cuando; muy de breve en breve cavilo y me muerdo los codos de rabia, no precisamente por aquello del honor, sino por la privación material, completamente material de mi libertad animal. Es cosa fea ésta, Oscar. También escribo de vez en vez, y si viene a mi alma algún aliento dulce, es la luz del recuerdo… ¡Oh el recuerdo en la prisión! Como él llega y cae en el corazón, y aceita con melancolía esta máquina ya tan descompuesta…”
El correcto argumento vallejiano sobre los motivos que privaban su libertad, eran sustentadas desde sus inicios ante los ojos de la justicia. Pero aquellos ojos se negaban a ver la verdad; oscuros y maléficos propósitos las impedían. Luego de reiteradas y sucesivas peticiones por su libertad, confronta a las autoridades judiciales (14 de febrero) a resolver el problema según los procedimientos legales vigentes, brindando el poeta, a la luz de aquellos años, una ejemplar ética jurídica: “Mi situación actual en este proceso es tan anómala, que me veo en el caso de ocurrir por última vez al Tribunal Correccional, a fin de que se sirva definirla en el día, protestando en caso contrario, la correspondiente QUEJA ante la Corte Suprema de Justicia, sin perjuicio de la acción que pudiera ejercitar el Ministerio Fiscal…” Valientes palabras que, increíblemente, las autoridades se dieron por ofendidos, tomándolo como una gran falta de respeto. ¿Falta de respeto? ¿Exigir derechos inalienables a la condición humana, como exigir justicia, constituye, acaso, una afrenta a nuestros representantes de uno de los poderes más importantes de todo Estado?
Como siempre, diversos hombres de letras, periodistas, dirigentes y estudiantes universitarios; amantes de la verdad y de la justicia, se solidarizaron y exigieron la libertad del poeta. Vallejo cruzó la puerta de aquellas cuatro paredes albicantes, al crepúsculo de un 26 de febrero de 1921, y allí estuvieron sus amigos de verdad, sus defensores incondicionales que lo abrazaron, y el poeta se quiebra; son lágrimas de hombre que sufrió en carne propia la injusticia.
El 8 de mayo de 1921, Vallejo declara ante la prensa limeña, su alegato primigenio, inalterable y que hoy es una verdad a todas luces: “…Soy totalmente extraño a los salvajes sucesos acaecidos en agosto en Santiago de Chuco; mi conciencia y la vindicta pública lo proclaman. Se me acusó, con plena certidumbre de que se me calumniaba infamemente, y, sólo por ciertos resquemores y venganzas de política provinciana de que son víctimas ahora algunos hermanos míos residentes en el norte… Iturri ha tenido y tiene para escuchar su actuación un buen padrino en el seno del Tribunal Correccional, y, así es como se explica, que esta instrucción haya sido aprobada contra todo derecho y toda conciencia. Yo la afirmo y sostengo en todo terreno…”
Vallejo vio siempre su prisión en Trujillo como uno de los momentos graves en su vida. La celda era otra cárcel en la cárcel donde todo sumaba el mismo número. No hay sitio como una celda para criar los nervios y aherrojar el corazón, decía. El lecho estaba desvencijado. El guardián, un pobre viejo sin ningún alineo, chanceaba a los presos para hacer sentir su autoridad irrisoria.
Sin embargo, Vallejo, el hombre, el Poeta, sacó fuerzas sobrehumanas y trascendió a límites insospechables con una creación que brota del alma: Su poema Trilce. Sólo su genialidad que lo singulariza todo, hizo de él un digno ejemplo a emular.
Vallejo permaneció en prisión 112 días, saliendo el 26 febrero de 1921. Todo había sido absurdo, doloroso, cruel.
Vallejo empezó a estudiar marxismo y pasó a integrarse a células obreras. Asistía a cursos y conferencias sobre la situación soviética del momento.
Vallejo partió del Perú con este inmenso cargo pendiente. El proceso siguió su curso implacable, los exhortos y órdenes de extradición para encarcelarlo nuevamente.
Pasaron cinco largos años y su caso seguía abierto, le parecía una injusta humillación que lo hacía sentir impotente y desamparado. Él, que trato de pacificar los ánimos y sólo vio a distancia los hechos, continuaba siendo juzgado como un criminal. “¿Cómo quiere que aprecie las cosas de mi país cuando ocurren hechos como éste?” Él sabía que si en el Perú era visto como delincuente podría eso revertírsele en cualquier momento en París, en Madrid o en cualquier sitio. Era la navaja amenazando la aorta. Y yo recordaba poemas de Trilce llenos de tristeza, de dolor y desesperación.
Años mas tarde, tuvo una noticia consoladora. Gracias a los buenos oficios del abogado Carlos Godoy, el proceso contra él, por los hechos de Santiago de Chuco en 1920, prescribió y se había dictado sentencia absolutoria el 12 de febrero de 1927. “Casi ocho años de espera”, decía: no creyéndolo.
COMENTARIO
Todo esto que acabamos de comentar nos hace reflexionar e intuir que Vallejo asume la imposibilidad de pensar en términos individuales, ya que su propia situación estaba ligada a la de los demás; por ello piensa en función de la redención de toda la humanidad y ve en la solidaridad humana la posibilidad de liberación de su angustia personal.
Asimismo, Vallejo cree que tras la eliminación de la injusticia social por medio de la Resolución; los hombres unidos por el amor, trabajarán para eliminar el mal y crear un mundo unido y armonioso.
Vallejo, murió en 1938, alejado de su país al que amó tanto.
QUIERO DECIRLES:
César Vallejo no ha muerto, nuestro gran poeta vive en el espíritu y en el recuerdo de todos quienes lo admiramos.
Muchas gracias.