La presencia de Dios en tres poemas de César Vallejo

 

 

Escribe: William Guillén Padilla (*)

 

 

 

César Vallejo, poeta, narrador y cronista peruano. Nacido en Santiago de Chuco, en 1892; fallecido en  París, Francia, en 1938. Autor de “Los Heraldos Negros (poesía, 1918); Trilce (poesía, 1922); Escalas Melografiadas (narrativa, 1932); El Tungsteno (novela, 1931); España aparta de mí este cáliz (poesía, 1931), Poemas Humanos (poesía, 1931); etc. Es el poeta peruano más universal.

 

 

 

No hay un estudio completo y serio acerca de la presencia de Dios en la poesía de César Vallejo (CV). Algunos, sueltos y de mención tangencial, otorgan la evocación de Dios a la formación religiosa en la infancia del poeta; dato correcto, pero limitante a la hora de otorgarle la verdadera dimensión del Ser Supremo en la vida del escritor peruano y en su creación literaria.

El presente escrito se inscribe entre aquellos que, desde la región donde vivió el poeta (sierra norte peruana), podrían aportar a una comprensión menos académica y más humana de lo que el poeta menciona.

Sesenta veces menciona CV la palabra Dios en su obra poética. Una palabra que marca sustancialmente los conceptos vitales del gran vate; esta categoría reiterativa a lo largo de su producción literaria no hace más que permitirnos afirmar que su obra es, esencialmente, una obra religiosa. Y religión entendida, no como un dogma o una mera creencia, o una iglesia y sus dogmas; sino como presencia solidaria del Hombre con su entorno, consigo mismo y con su espíritu trascendental y de permanente creación.

Sea pues este pequeño aporte un homenaje a sus 120 años de nacimiento de un hombre que hizo de su encuentro con Dios su creación mayor: el llamado permanente para que el hombre sea El Hombre Universal y Fraterno.

Tres poemas, pertenecientes a “Los Heraldos Negros”, nos acercarán al gran vate peruano y a su compañero inseparable: Dios.

 

 

 

El sujeto primero en la poesía de CV es Dios (Los Heraldos Negros, verso 2, palabra 6), a quien atribuye un sentimiento profundamente humano: el odio. El poeta escribe: «Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé / Golpes como del odio de Dios…» El poeta asume que Dios es “imagen y semejanza” de su creación (Génesis 1:26-27): afirmación de reciprocidad que hace de Dios un ser capaz de tener los mismos sentimientos de su creación divina. Esta primera aproximación a Dios en la poesía de CV refleja un hecho importante para la comprensión de la presencia de Dios en nuestro gran poeta: nació en una familia profundamente católica, en un pueblo de honda fe en el Dios Creador y en el Apóstol Santiago, Patrono de su tierra natal: Santiago de Chuco. Dios y Santiago estarán muy presentes en su obra poética y narrativa.

Su primer libro (Los Heraldos Negros) publicado el 1918, da cuenta de un poeta religioso, de un hombre que cree en una entidad superior, a quien sin embargo, no solo venera, sino que considera un Ser susceptible de cuestionamiento; con quien, además, puede dialogar y rebatir. En suma, para CV, Dios es el Hombre como energía viva en su dimensión cósmica.

Hay quienes no aceptan que CV creyera en Dios, por el hecho de haber tenido una filiación socialista. Nada más absurdo. El pensador peruano José Carlos Mariátegui, nos da un alcance fundamental en cuanto a cómo entender la palabra religión. En su obra “7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” (1928), escribe: «Hoy sabemos mucho más que en su tiempo sobre la religión como sobre otras cosas. Sabemos que una revolución es siempre religiosa. La palabra religión tiene un nuevo valor, un nuevo sentido. Sirve para algo más que para designar un rito o una iglesia.». Y reafirma: «…el concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y a un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gente que identificaba religiosidad y “oscurantismo”».

Dios está muy presente en la obra y vida del poeta peruano. Recordemos, por ejemplo, que antes de su muerte, dictó a su esposa Georgette Philipard lo siguiente: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.»

 

 

 

Poema 1: Los Dados Eternos

 

Este poema fue dedicado a uno de los escritores peruanos que más influyó en CV: «Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.»

El poeta se dirige a un Dios, pues es, en esencia, un Ser que escucha y que es imagen y semejanza del escritor. Es un poema confesional. En principio CV asume que hay un Dios; a Él es a quien se dirige: «Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; / me pesa haber tomádote tu pan; / pero este pobre barro pensativo / no es costra fermentada en tu costado: / ¡tú no tienes Marías que se van!» Es habitual en la sierra norte del Perú llamar a quienes uno no conoce como José, para referirse a algún hombre; o María, a una mujer. La mención de María tiene una connotación de la mujer universal y va más allá de lo puramente femenino.

Es un Dios, además, a quien puede reprochársele (como a cualquier persona) su condición de un Ser incapaz de sentir el dolor, de dolerse del sufrimiento del prójimo, “de su imagen y semejanza”: «Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios; / pero tú, que estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación. / ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!» Aquí el poeta reconoce un Dios-Hombre, o mejor aún, la condición humana de Dios y el hombre como ser divino. Sin embargo, el poeta nuevamente recurre a un Dios que escucha y contempla.

El llanto, como muestra de sufrimiento, es la máxima expresión del hombre dolido, sufrido. Pero también un llamado. Una alerta para que Dios tome una actitud de solidaridad con su creación: el símbolo de la luz (velas) y los dados (el azar) como elementos de comunión entre Dios y el hombre: «Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, / como en un condenado, / Dios mío, prenderás todas tus velas, / y jugaremos con el viejo dado.»

La mención de Dios como “jugador” propone un Dios que no hace el destino, sino que da al hombre posibilidades de vivir con trascendencia en un espacio creativo: el Universo. La muerte está mencionada como parte del juego, pero de un juego que puede terminar con el fin terrenal (lo no creativo): «Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte / del universo todo, / surgirán las ojeras de la Muerte, / como dos ases fúnebres de lodo.»

Finaliza el poema con una constatación de la destrucción del planeta, a quien compara con un objeto de juego (dado) que aún no tiene un propósito divino (la solidaridad humana); sino qué aún asume un destino sin rumbo (aventura) y no tiene una actitud cósmica, fraterna, lo que le haría tener un final oscuro:  «Dios míos, y esta noche sorda, oscura, / ya no podrás jugar, porque la Tierra / es un dado roído y ya redondo / a fuerza de rodar a la aventura, / que no puede parar sino en un hueco, / en el hueco de inmensa sepultura.»

 

Poema 2. Dios

 

Este es uno de los poemas más interesantes y más espirituales del gran poeta peruano.

Empieza reconociendo la presencia de Dios en su vida cotidiana, en su Ser humano sensible. Y lo reconoce como una energía viviente, a la que siente y percibe. Es un Dios que acompaña al hombre de a pie; no arriba, en el cielo; no en un plano mayor: es un Dios Humano dispuesto a asistir y estar en los momentos difíciles, oscuros: «Siento a Dios que camina / tan en mí, con la tarde y con el mar. / Con él nos vamos juntos. Anochece. / Con él anochecemos, Orfandad...»

El poeta insiste y reitera la presencia de Dios. Y manifiesta que es Él quien le da vitalidad para continuar (color). Además lo describe como un Ente que cobija, a quien le da una connotación altamente humana, que siente lo mismo que su creación (imagen y semejanza): «Pero yo siento a Dios. Y hasta parece / que él me dicta no sé qué buen color. / Como un hospitalario, es bueno y triste; / mustia un dulce desdén de enamorado: / debe dolerle mucho el corazón.»

El poeta reconoce la presencia de Dios a partir de una actitud de amor. Un amor capaz de ser cuantificado y sentido; y que es, en esencia, algo posible de ser destruido: «Oh, Dios mío, recién a ti me llego / hoy que amo tanto en esta tarde; hoy / que en la falsa balanza de unos senos, / mido y lloro una frágil Creación.»

Ante todo, lo que el poeta ve, como hombre perceptivo, es a un Dios que sufre por lo que ha creado sin poder hacer más que contemplar su obra a través del poeta. Sus planetas (tanto seno girador) son los espacios que Dios ama como parte de Su creación. Y concluye el poeta haciendo algo muy ligado a los rituales cristianos: consagrar. CV bendice a Dios, pues, como ser vital, como Hombre, también tiene un acto de reciprocidad: reconoce en Dios la energía sufriente y viva, como su divina creación: el Hombre: «Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado / de tanto enorme seno girador.../ Yo te consagro Dios, porque amas tanto; / porque jamás sonríes; porque siempre / debe dolerte mucho el corazón.»

Dios es el Hombre que acompaña, altamente solidario, capaz de vencer a la Muerte (léase el poema Masa de CV).

 

Poema 3. Espergesia

 

El humanizar a Dios, al asumir que es capaz de sufrir algún mal mortal, da a este poema una dimensión especial: Dios tiene las debilidades y limitaciones físicas del hombre: «Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo.»

La vida como componente indesligable de la muerte aparece con fina ironía. El nacer (enero) es empezar a morir (diciembre). Y el poeta insiste en que nació en un momento en que Dios era capaz de sufrir, como su creación, en el círculo eterno de vida-muerte: «Todos saben que vivo, / que soy malo; y no saben / del diciembre de ese enero. / Pues yo nací un día / que Dios estuvo enfermo.»

Lo íntimo del ser humano, lo que aparentemente no es percibido, se muestra como un sentimiento único. El hombre es un individuo que germina y perece; frágil, con universal e individual devenir. El poeta es silencio, alguien que puede iluminar y trascender (fuego): «Hay un vacío / en mi aire metafísico / que nadie ha de palpar: / el claustro de un silencio / que habló a flor de fuego.»

Y CV insiste en recordarnos la condición de un Dios humanizado: «Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo.»

Esta humanidad de Dios solo tendría un propósito: que el Hombre trascienda, que deje huella, que su paso por el Universo no sea en vano. Dios, en esencia, y fundamentalmente, es un ser con sentimientos humanos: «Hermano, escucha, escucha.../ Bueno. Y que no me vaya / sin llevar diciembres, / sin dejar eneros. / Pues yo nací un día / que Dios estuvo enfermo.»

No se puede concebir vida sin muerte. Lo subraya el poeta: el término “masticar” como una categoría que denota vida (alimento) y muerte representada como “féretro”. Los vientos que se encuentran implica movimiento, vida; pero además una vida producto de un pensamiento sagaz y continuador, inteligente, representado en la Esfinge, las preguntas  y el desierto: «Todos saben que vivo, / que mastico... Y no saben / por qué en mi verso chirrían, / oscuro sinsabor de féretro, / luyidos vientos / desenroscados de la Esfinge / preguntona del Desierto.»

El conocimiento consciente del ser humano, de su humanidad y devenir, permitirá una compresión cabal de lo que le rodea. Lo cotidiano como lo estático y dinámico en cuatro palabras: Luz-Sombra-Misterio-Lindes. La penumbra como misterio, como algo que va entre la vida y la muerte, y entre la muerte y la vida. Sin embargo, también como equilibrio, destaca; es visible (joroba), y marca los territorios del entendimiento en su tránsito terrenal (paso meridiano) que puede trascender (Lindes con mayúscula): «Todos saben... Y no saben / que la Luz es tísica, / y la Sombra gorda... / Y no saben que el Misterio sintetiza... / que él es la joroba / musical y triste que a distancia denuncia / el paso meridiano de las lindes a las Lindes.»

El hombre, creación y ente viviente, finalmente, trasciende aún en circunstancias altamente difíciles; con un Dios que puede estar enfermo, grave; pero nunca muerto: «Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo, / grave.»

 

 

 

 

http://es.wikipedia.org/wiki/Cesar_Vallejo

http://www.yachay.com.pe/especiales/vallejo/dados.htm

http://www.poemaspoetas.com/cesar-vallejo/dios

http://www.poemas-del-alma.com/espergesia.htm

 

(*) Escritor peruano. Nació en Hualgayoc en 1963. Es autor de libros de poesía: Soliloquios de Homo sapiens (2004), Planetario Astral (2009), Memoria del Yo Habitante (2011); y narrativa: Los Escritos del Oidor (microcuentos, 2006), Actos & Relatos (cuentos, 2009), Lo que Yo Barman oí (microcuentos, 2009), Cuaderno de Almanaquero (microcuentos, 2011); 77+7 Nanocuentos (2012); Retorno en tiempo real y siete cuentos más (2013). Ha obtenido premios nacionales e internacionales en poesía, microcuento, cuento y novela. Considerado uno de los escritores más importantes de la minificción peruana contemporánea, destaca también como editor y promotor cultural. Lluvia Editores prepara la publicación de su libro: Dios y César Vallejo. Referencias y detalles del autor en: http://es.wikipedia.org/wiki/William_Guillen_Padilla

Depósito Legal del presente artículo: Biblioteca Nacional del Perú N° 2012-11569