¡OH,
PADRE
MÍO!
Danilo Sánchez Lihón
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
César Vallejo
1. A orar
cada día
Es importante precisar algunos factores y hechos que se dieron en relación a la familia y a la figura del padre de César Vallejo.
A este respecto lo primero que cabe anotar es que la familia Vallejo Mendoza, en cuyo seno nació el poeta César Vallejo, se formó el 22 de junio del año 1869, cuando Francisco de Paula Vallejo Benites, que en aquel entonces tenía 29 años de edad, contrajo matrimonio con doña María de los Santos Mendoza Gurrionero, de 19 años.
La unión se formaliza mediante ceremonia religiosa, rito que se celebra en la Iglesia Matriz de la ciudad de Santiago de Chuco; expresión reveladora de la actitud de los personajes desposados tomando en cuenta que ambos eran hijos de sacerdotes y como tal de paternidad vedada u oculta.
Otro detalle importante es la ubicación y la conformación de la casa adonde pasa a vivir la pareja recién casada, que es un inmueble relativamente céntrico, de propiedad de la recién casada señora María de los Santos Mendoza, quien es hija del sacerdote Joaquín de Mendoza y en donde un aposento central es el oratorio en donde la familia se concentra a orar en las horas más densas y hondas sea de la noche o de la madrugada.
César Vallejo es el hijo decimosegundo del matrimonio por suyo nacimiento su madre de 42 años casi ha muerto al darlo a luz. Por ese motivo ha sido llorada a gritos por las personas de la casa cuando el último de sus hijos nacía.
2. El linaje
del padre
Don Francisco de Paula padre de César Vallejo, , nació el 2 de abril de 1840 y es hijo del sacerdote español José Rufo Vallejo y de la señora Justa Benites Rebaza.
Dos son los hermanos Vallejo Benites: la primogénita que es mujer llamada Ygnacia Natividad Vallejo Benites, nacida el 8 de septiembre de 1837 y muerta soltera a los 49 años de edad. El otro es don Francisco de Paula, padre de César Vallejo.
Su padre es el presbítero José Rufo Vallejo, natural de España, llegó al Perú en 1829 invitado especialmente para celebrar el casamiento del hacendado de Angasmarca don Pablo Manuel Porturas del Corral.
Se recuerda que el sacerdote era un hombre de cabellos rubios lindantes a plateados, de ojos celestes translúcidos como el cielo de la tierra en la cual terminaría de afincarse definitivamente, ojos a destacar a lo cual contribuía su hábito blanco de la orden mercedaria a la que pertenecía.
Tanto es así, que se cuenta que las personas del campo se acercan y se inclinan a besarle el borde de su hábito creyendo que es una aparición angélica.
Además de párroco de Santiago de Chuco lo es de las iglesias de Angasmarca, Marcabal, Huamachuco, Mollepata y Pallasca.
3. Ligazón
con la tierra
Por eso Francisco de Paula es propietario de pequeñas extensiones de terrenos en los parajes rurales de Julgas e Irichugo, lugares cercanos de Santiago de Chuco y distantes apenas de tres y dos horas de camino, respectivamente.
Don Francisco ejerce como tramitador de asuntos judiciales, no siendo abogado titulado. Su especialidad es defender asuntos relacionados a conflictos mineros, de los muchos yacimientos que se explotan y se ubican en parajes aledaños a Santiago de Chuco.
En alguna época tuvo a su cargo la gobernación de la provincia, y como persona se le recuerda como un hombre de bien, muy querido y respetado por su decencia, de buen trato y carácter hogareño.
A él, pese a ser una costumbre muy extendida en el pueblo, no se le atribuye tener descendencia fuera del hogar, un hijo por aquí y otro hijo por allá.
Ha quedado de él la imagen de un señor imbuido de mucho sentimiento religioso y dedicación a la crianza de sus hijos.
La imagen de él rezando en el oratorio de la familia en el interior de la casa, y en la tenebrosidad de las horas oscuras, indudablemente marcaron al hijo, como cuando dice:
Hay soledad en el hogar, se reza.
4. Corazón
a pie
LOS PASOS LEJANOS
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
5. ¡Pero
ni eso!
De allí que realidades tan intrincadas de un pueblo como Santiago de Chuco y de una familia como la de César Vallejo, pueden provocar una evocación a la vez tan simple y a la vez tan compleja de lo cerca y lo lejos en los pasos, como se da en este poema.
Aquella dimensión vallejiana que lo hace un vidente, un profeta, un espíritu que ve más allá de donde podemos ir seres ordinarios como somos nosotros.
A través de este poema encontramos la oposición hogar en soledad, hogar con bulla, hogar en lo apacible y en lo incierto. Lleno de estallidos de bulla, de risas y de fiesta. Pero que ahora ha desaparecido.
Donde despierta el padre y ve que todos se han ido. No hay nadie, los hijos se han marchado o han muerto.
Y no hay noticias de los hijos hoy.
Donde no sabemos nada de quienes fueron nuestros seres queridos, porque no nos pertenece en absoluto la vida de las otras personas, por más que sean nuestros hijos. Cada quien tiene sus propios asuntos, lo único que nos pueden llegar son noticias de ellos, ¡pero ni eso existe ni hay ahora!
Entonces, de lo que se trata en Los pasos lejanos es del derrumbe de la casa, de la quiebra y desaparición del propio hogar.
6. Tan
ala
Del padre que estaba dormido y de repente despierta. Y únicamente ocurre para darse cuenta que todos han partido, que todo se ha esfumado.
Es la huida a Egipto, de José hijo de Jacob vendido por sus hermanos a los mercaderes.
Es el hogar hundido, yerto y ya esfumado. Y, ¿qué más atroz que eso? Lo más vital y significativo yace deshecho. El hogar que fue y ahora ya no es nada.
Si bien el poema “Los pasos lejanos” empieza con la figura del padre y se refuerza luego, haciéndose el personaje central, también es importante en el poema la figura y la evocación de la madre.
Y de la casa, del hogar en general; como de los hijos en particular, quienes protagonizan el adiós y la partida, la huida a Egipto. Y la desaparición, ni siquiera la muerte.
En el poema, la madre ya es espíritu. De ella se dice ya no que sus pasos son lejanos, sino que están en un sitio determinado, figurado aquí como un huerto, que en verdad es un lugar de atrás y al fondo, donde ella es:
tan ala, tan salida, tan amor.
El padre, que sobrevivió a la madre, él se está yendo. Él está entre el sueño y la vigilia, padeciendo aún la vida, distinto a la madre que en cambio saborea un sabor ya sin sabor.
7. Puro
pálpito
Los versos finales del poema nos dicen:
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
¿Cuáles son esos dos caminos blancos, curvos? El de la madre y el del padre que tenemos todos; y por donde seguimos caminando a pie. Esos caminos blancos, curvos son nuestro destino al revés, por done venimos desde atrás.
Los dos viejos caminos es de donde venimos. Y por donde partimos para el rencuentro con nosotros mismos. Son nuestros padres. Cada uno es una senda genética.
Pero, ¿por qué blancos y curvos? Por la espiritualidad, porque es la vida ya decantada. Y curvos para que se junten, para hacer posible el encuentro. Curvos en el lado de la posesión y del engendramiento.
Y ¿qué significa “mi corazón a pie”? Es: mi corazón libre de envoltorios, abierto y desnudo; sin ataduras ni intermediarios que lo perturben, sino solo afecto, solo pensamiento, solo palpitación.
Ese corazón va sangrante por el camino, es puro, aliento, pulso, temblor y expectación.
8. Ni siquiera
la calle
El padre de César Vallejo murió el 24 de mayo de 1924 a los 84 años de edad en Santiago de Chuco, padre al cual adoró entrañablemente.
¿En aquel año, qué hacía y cómo vivía César Vallejo en Europa. ¿Como era su vida? Sencillamente atroz. César Vallejo se moría de hambre en París.
Él, cuyas notas de estudiante fueron de 19 sobre 20 en el Colegio Nacional de San Nicolás de Huamachuco, y quien arrasó con todos los premios académicos en la Universidad Nacional de Trujillo cuando estudió en ella.
Quien concitó los máximos elogios de Abraham Valdelomar, José María Eguren, Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Antenor Orrego y tantos otros más, sufría en Europa la situación económica más atroz.
Me hallo sin un céntimo, completamente pobre,
Le escribe a Pablo Abril en enero de 1924. Esos días vivía en París la miseria más dura, negra y hasta feroz.
Era literalmente un cuerpo arrojado a una calle. Y en esos casos todas las calles son desalmadas, inhumanas y encarnación de la humillación y la vergüenza; porque en ellas más que frío, hambre y orfandad hay indiferencia y hay desprecio.
9. Tanto frío
en el alma
No tenía casa, ni un lecho donde yacer, ni un techo bajo el cual dormir. Ni se podría decir que su hogar siquiera era la calle, que vale para quienes se han resignado a ella.
No es que no tuviera medios para comer, sino que no tenía ni siquiera un lugar dónde esconderse o guarecerse de las miradas de los demás.
Dormía recostado a una banca de un parque, ni siquiera en los asientos de los tranvías del metro, o en aquellas que hay en las estaciones de los trenes, en donde hay vigilantes y policías que observan y piden documentos o para entrar a los cuales se necesitan algunos centavos a fin de pagar el boleto de entrada.
La noche en que agonizaba su padre a miles de miles de kilómetros atravesados de tierras y de mares, casi al otro lado del mundo, él tenía un frío insoportable más en el alma que en el cuerpo.
Tanto, que de manera arrojada, casi inconsciente, sin tener un solo centavo en el bolsillo se atrevió a pedir un cuarto donde dormir y se alojó en un hotel barato, como un impostor en este mundo, pero con algún consuelo de algo cerrado para soportar tanto abandono.
10. Desde
lejos
He aquí el siguiente testimonio del 23 de marzo: le escribe a Pablo Abril de Vivero:
“He dormido en un hotel donde no he pagado, y para salir de aquí me exigen que yo pague. Le ruego enviarme 20 francos con el portador, Sr. de Agüeros, correcto amigo mío, que por un acto de caballeresca bondad, va en esta comisión...
¡Pablo! Usted es tan bueno conmigo, que nunca podré olvidarlo”.
No le explica que sentía mucho frío. Únicamente afronta la vergüenza de pedirle a su amigo diplomático 20 francos:
Y el 26 de mayo, el día en que subía el cortejo vestido de luto por la colina más asombrosa del planeta en donde está el cementerio de Santiago de Chuco, llevando al ataúd con el padre, a quien él contempló tanto desde lejos en el recuerdo, hasta verlo dormir, le escribe estas líneas a Pablo Abril, sin saber de los hechos que se desarrollaban en Santiago de Chuco.
“… a mí me duele mucho la miseria, y ella no es una fiesta para mí, como lo es para otros. Usted ha visto mi situación en París. ¿Es que no quiero trabajar? A las usinas he ido muchas veces” … “En medio de mis horas más horribles, es mi voluntad la que vibra, y su movimiento va desde el punto mortal en que uno se reduce a solo dejar que venga la muerte”.
11. Nunca
se fue
Muerta su madre el 18 de agosto del año 1918, su último reducto, su amarra más firme o su lazo más fuerte en este puerto que es el mundo, se rompía definitivamente en el año 1924.
Las cartas que él dirigía a su familia en aquella época, eran frecuentes.
Francisco Izquierdo Ríos al entrevistar en Santiago de Chuco a Aguedita, la hermana del poeta, ésta le dice que las cartas de César Vallejo que les escribía eran muchas pero que se han perdido.
Por eso, la muerte de su padre, ocurrida aquel 24 de mayo del año 1924, sumió a César Vallejo en un desconsuelo sin límites.
En carta suya a Pablo Abril, del 19 del mes siguiente, es decir en junio de 1924, a veinte y tanto días después de la muerte de su padre, le cuenta:
“Estoy muy mejor. Me he cuidado mucho, y creo que no volverá a producirse otro momento de desesperación”.
En esta nota refiere de momentos críticos, muy malos en los cuales inclusive atentó contra su vida.
12. Desde
lejos
Para terminar haciendo una crisis aguda en el mes de septiembre en que se enferma esta vez gravemente a tal punto que tiene que ser internado en el Hospital de La Charité, y operado luego de una hemorragia intestinal, producto de la tensión nerviosa.
Ignoro lo que será del enfermo esta mujer, que le besa y no puede sanarle con el beso, le mira y no puede sanarle con los ojos, le habla y no puede sanarle con el verbo. ¿Es su madre? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su amada? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su hermana? Y ¿cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es, simplemente, una mujer? ¿Y cómo pues, no puede sanarle? Porque esta mujer le ha besado, le ha mirado, le ha hablado y hasta le ha cubierto mejor el cuello al enfermo y ¡cosa verdaderamente asombrosa! no le ha sanado.
En octubre de ese año el Embajador del Perú en Francia, Mariano Iberico, al conocer su deplorable estado de salud y su precaria situación económica solicita al gobierno de Lima un pasaje de regreso para César Vallejo.
No regresará físicamente jamás, pero anímicamente volvió siempre.
Es más: nunca se fue, a tal punto que habla desde lejos pero también desde su casa:
13. Cara
al misterio
En Los pasos lejanos encontramos una densidad de contenidos y juego de contrarios y oposiciones dialécticas, que solo un genio las puede concentrar dentro de una sencillez y ternura que hacen de este poema una joya de simplicidad:
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
He allí palmaria esa capacidad sorprendente para captar lo huidizo, para sintonizar con lo lejano, para percibir lo inaudible y remoto, pero a la vez para ubicarse y reconocerse en lo inmediato y cercano, en lo fugaz y transitorio.
Esa proyección de su alma y de su ser que al sentir los pasos de alguien, intuye también cuando estamos ya ausentes, en espíritu.
Porque los pasos de un padre dormido ¿dónde están?
En algo que puede llamarse provisionalmente el misterio. Y el misterio es todo en este mundo. Y para siempre.
Todo Los Heraldos Negros de César Vallejo es cara al misterio, a lo incógnito, a la mirada de la esfinge.
14. Quizá, tal vez,
de repente
El padre mismo es una esfinge, un catafalco, una máscara hierática. Y un sarcófago.
Él intuyó y sintetizó la siguiente idea, al decir:
“¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras”.
Los pasos lejanos es el adiós y el regreso mirados desde la figura del padre, en esa mecánica del irse y del volver incierto, vistos desde un sarcófago, desde un pozo de misterio, desde aquello que resume la vida pero más la muerte por ser lejanía, en contraste con la bulla, el verde de la niñez; o la alegría cantarina.
César Vallejo no solo fue genial por su capacidad para buscar formas expresivas que el idioma no está preparado para asumir, sino también por esa sensibilidad para asir realidades profundas, como a su vez esas corrientes internas pavorosas y redentoras.
Como lo dice, quizá, tal vez, de repente, es posible todo esto sea posible:
...como un hombre que soy y que he sufrido.
Texto que puede ser reproducido
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