
Miguel Romero Saiz, Doctor en Historia Medieval y Moderna. Académico C. de la RAEH y de la RABAST
Resumen: El presente trabajo pretende dar el valor que –en determinados momentos- ha tenido la mujer como acompañante, portadora de sensibilidad y generadora de estrategias para conseguir el objetivo deseado.
Lo que se ha pretendido en este artículo es exponer el valor que Georgette tuvo en la vida de César Vallejo, comprometida sentimental y profesionalmente con su esposo, al que adoró en su intimidad e idealizó en sus postulados de enseñanza hacia el mundo de la poética.
Estos casos excepcionales de genialidad artística o teórica, femenina, son suficientes para refutar tajantemente las concepciones misóginas que aseguran que existe una incapacidad de las mujeres para desarrollarse brillantemente en las actividades públicas. Pero su contraparte, el gran número de mujeres ajenas a los empeños del hombre en la cultura, nos sugiere, también, que existe en ellas un cierto desdén por el tipo de cultura que nos han legado los hombres. Herbert Marcuse sugiere que: «como antítesis a las cualidades masculinas dominantes, habría que mencionar como femeninas las siguientes: receptividad, sensibilidad, pacifismo, ternura, etc.».2 La construcción de la cultura requiere de una gran dosis de solidaridad y comunicación interpersonal, cuya base está sustentada en la familia y la socialidad: espacios en los que el dominio de la mujer es evidente.
Palabras clave: Apoyo, Sensibilidad, Comprensión, Amor, Sentimiento, Deseo, Reconocimiento, Constancia, Agradecimiento…
La mujer que hizo universal a Vallejo
Georgette Philippart, nació en Paris, el 7 de enero de 1908 y murió en Lima, el 4 de diciembre de 1984.
¿Por qué fue tan importante Georgette para la vida y la obra de César Vallejo?
En principio, en cuanto al afecto, al cariño y al amor, tengo siempre presente de que Georgette, al conocer a Vallejo, tuvo que dejar de lado sus condiciones económicas, sociales e incluso políticas porque ella era completamente conservadora. Vivía en París, apenas a unas tres cuadras de la avenida de La Ópera, una de las principales avenidas de la ciudad y muy cerca del Museo de Louvre. En este sentido, valoro muchísimo el hecho de que Georgette se haya enamorado de un poeta peruano, mestizo y que vivía en hoteles baratos en el centro de París.
Luego, sabemos que supo apoyar a Vallejo en cuestiones materiales. Por ejemplo, en su viaje que hizo en 1929 a Rusia. Posteriormente, ella decidió vender su departamento para vivir en hoteles más económicos al lado de Vallejo. Finalmente, cuando muere el poeta, imagínese, este no tenía donde enterrarse. Y para suerte del poeta, ella había comprado dos tumbas en el cementerio de Montrouge: una para su mamá, donde ya estaba enterrada, y otra para ella. Pero, quien iba a pensar, que esa tumba la iba a necesitar Vallejo. Entonces, [le cedió su tumba] y allí se quedó.
No obstante, Vallejo le había hecho un pedido a Georgette cuando caminaban por el cementerio de Montparnasse. Le dijo que a él le gustaría descansar en ese cementerio algún día. En ese momento, ella no creyó que eso fuera posible porque en ese cementerio estaban luminarias de la poesía y era muy caro. De tal manera que, cuando él murió, se quedó en el cementerio de Montrouge. Sin embargo, ya en 1970, después de ahorrar sol a sol y, gracias a que ella misma exigía el derecho de pago por autoría de los libros de Vallejo, logró juntar el dinero y trasladó los restos del poeta a donde están hasta ahora: al cementerio de Montparnasse.
Sí, pienso que este libro, que fue muy criticado en su momento por algunas personas, ha logrado darle el sitial que le corresponde a Georgette, en esa labor difusora y defensora de la vida y obra de César Vallejo. Hace dos o tres años, leí un artículo de una escritora venezolana que afirmaba que, en los últimos años, gracias a este libro se está reconociendo la verdadera labor que realizó Georgette por Vallejo. También es cierto que, en estos últimos años, los vallejólogos —algunos de los cuales todavía viven y que estuvieron en esos momentos cruciales en los que se acusaba de todo a Georgette— ahora sí están reconociendo su labor. Sin embargo, es necesario seguir con la difusión para que las nuevas generaciones conozcan el gran trabajo que hizo Georgette por Vallejo.
Bueno, esa frase en realidad es del doctor Max Silva Tuesta, que fue amigo y médico de cabecera de Georgette. En una conversación personal, él me dijo que sin Georgette, no había Vallejo. Entonces, en el libro yo compartí esa propuesta y hasta ahora concibo esto porque si no fuera por Georgette, en primer lugar, no tendríamos toda la obra póstuma de Vallejo, ya que, si a ella no le hubiese interesado Vallejo, rehacía su vida, vivía feliz en París y los manuscritos de repente los quemaba o vendía. Si Georgette no hubiese publicado esa obra póstuma, Vallejo hubiese sido un poeta conocido que terminó solamente con Trilce y no tendríamos ese Vallejo universal, que no solamente tiene que ver con la publicación de las obras, sino también con lo que ella escribió por y sobre Vallejo. Es decir, hizo toda una defensa total y una gran labor difusora. Definitivamente: sin Georgette, no hay Vallejo.
En primer lugar, como una mujer que amó a un hombre, en este caso al poeta, más allá de la muerte. Fue una mujer consecuente que, a pesar de quedarse viuda a los 30 años, no se comprometió con otra persona, sino más bien se dedicó a difundir la vida y obra de Vallejo. Creo que debemos recordarla como una mujer trabajadora, abnegada y comprometida con el amor de su vida, haciendo que transcienda el esposo sin egoísmos, porque hay mujeres también que quizás se pregunten por qué hacer algo por alguien que ya murió, pero creo que esto es lo más valorable que debemos recordar en Georgette.
El cantautor peruano Mario Tabra Guerrero nos comparte una interesante nota sobre el libro: Georgette Vallejo al fin de la batalla del escritor Miguel Pachas Almeyda sobre la vida de Georgette Philippart, la compañera de vida de César Abraham Vallejo Mendoza, la heroína que rescató el legado vallejiano y con quién compartió el amor por la poesía y su identidad con el marxismo.
Nunca en el Perú se fue tan cruel para con los suyos, como se fue con César Vallejo y, tras su muerte, con su esposa Georgette Philippart.
Había leído la obra “Yo que tan solo he nacido” de Miguel Pachas Almeyda sobre la vida y obra de nuestro vate universal César Abraham Vallejo Mendoza, la cual me inquietó por saber más de Georgette Marie Philippart Travers, la esposa de Vallejo, aquella mujer de los ojos glaucos que escogió para amarla hasta su muerte y ella amarlo más allá de la muerte.
Miguel Pachas Almeyda indaga y valora a Georgette como la mujer que supo batallar hasta el final por resguardar la obra inédita del gran vate, antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial y no cesó hasta ver publicada sus obras inéditas.
Ella no era una intelectual formada en las grandes escuelas con licenciaturas, maestrías, doctorados o de diplomacia internacional; pero con su capacidad para entender, comprender y convivir con Vallejo, aprendió a ser más que cualquier título plasmado en un cartón y es la verdadera heroína que rescató el legado vallejiano.
Contra viento y marea, desidia y olvido, anduvo literalmente bajo el brazo el tesoro más grande que las letras hispanohablantes pudieran producir en el siglo XX, tal vez muy adelantado para su época, pero que hoy después de un siglo se va entendiendo la magnitud de la hazaña.
Si a Vallejo le tocó escribir y presentar su obra ante un grupúsculo de académicos escolásticos estancados en el tiempo y el espacio, que no entendían de lenguaje e innovación poética, motivo por el cual fue atacado desde Lima y luego en Europa, no menos le tocó a Georgette que presentó los escritos inéditos tras su muerte.
Miguel Pachas nos comparte sus investigaciones minuciosas sobre la pareja Vallejo-Philippart desde que se vieron, conocieron, juntaron, casaron y compartieron experiencias, deportaciones y persecuciones políticas por su militancia revolucionaria de la primera mitad del siglo XX. Sus viajes desde Francia a Moscú, España y su retorno a París viviendo un pequeño periodo de comodidad y un largo periodo de abstenciones hasta la muerte de Vallejo.
Quien más que la extraordinaria Georgette para hablarnos del gran César Vallejo, de sus disidentes y sus amigos, de sus aspiraciones y frustraciones; así como de la experiencia que tuvo que pasar en el Perú cuando regresa con el arsenal literario, con el único propósito de difundir los escritos inéditos de Vallejo.
Dedicó con honores "Poemas Humanos" a Javier Heraud y apenas impreso envió a Fidel Castro el primer ejemplar y el segundo ejemplar a Hugo Blanco. Así mismo Georgette inspira su poesía en la vida que tuvo junto a Vallejo, su gran “amigo, esposo mío”, como lo llamaba y que algunos poemas van incluidos en este libro.
Les invito a leer la obra de Miguel Pachas Almeyda, gran investigador y biógrafo de la vida y obra de César Vallejo, en esta oportunidad con la obra “Georgette Vallejo al fin de la batalla” impresa el 6 de octubre del 2008 y que muy gentilmente el autor me envió el 20 de julio de 2020.
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*Mario Tabra Guerrero es cantautor, comunicador, escritor y activista ambiental originario del pueblo de Ayavaca, región Piura. Integra la Junta Directiva nacional de la Red de Comunicadores Indígenas del Perú (REDCIP).
Conversamos con Miguel Pachas Almeyda, maestro que dedicó un libro a la esposa de César Vallejo, rescatando la importante labor que tuvo esta mujer en la difusión de la obra del vate peruano. Hoy, 7 de enero 2023, Georgette cumpliría un año más de vida.