Me encontré con César Vallejo en un café de Quetzaltenango en Guatemala, me encontré y le vi de frente con esa mirada muy suya apuntando hacia lo infinito del tiempo y hacia ese punto en el horizonte que nuestra percepción no alcanza a divisar. Le vi de sombrero y bufanda dentro de un abrigo de lana gris, sumergido en la taza de café, !Ah!¡ lo vi en letras negras --muy claras para ser oscuras--, lo vi de frente y me habló de vos, de tus anhelos y motivaciones. Circunspecto, me dijo: "la historia es un grano en el puño de quien lo hace germinar". Entonces descubrí que tu puño hace germinar vida en tus letras que caen a la tierra nuevamente como nuevas semillas para nutrir el espíritu de quienes siguen presentes a pesar de su partida. Le vi esbozar una tenue sonrisa, me saludó con el ala de su sombrero y se retiró dejándome su recuerdo inmortal en el eco del instituto de estudios vallejianos donde mora y suele pasear bajo el aguacero de sus palabras.
Autor: Guillermo Ochoa Montalvo